Pocos minutos antes de salir con dos de sus hermanos y varios primos, Franklin Zaldívar, de 17 años, dijo en la Central Metropolitana que se iba por la pobreza que afecta a toda su familia y la muerte de su padre, Elmer, de 50 años, el pasado día 8, en un tiroteo en Choloma, unos doce kilómetros al norte de San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras.
El padre Franklin, según el relato del joven inmigrante, era auxiliar de enfermería que trabajaba en una ambulancia del Hospital Mario Catarino Rivas, de San Pedro Sula. El sueño de Franklin, quien ha cursado hasta el séptimo año de educación, es llegar a los Estados Unidos, donde tiene dos tías en California.
Franklin subrayó que quiere ser auxiliar de enfermería, como su padre, «para ayudar a los que más necesitan», y al explicar las razones por las que se iba del país, señaló que «ser pobre es lo más difícil». Dijo además que en San Pedro Sula trabajaba vendiendo botellones de agua de una empresa, en la que ganaba a la semana 1.200 lempiras (unos 50 dólares).
Hoy, Franklin fue uno de los inmigrantes de la caravana que, por ser menor de edad y no portar pasaporte, y viajar sin sus padres, no pudo cruzar de manera legal la frontera de Corinto para ingresar a Guatemala. Lo hizo por uno de los «puntos ciegos», ruta que también tuvieron que hacer las decenas de nicaragüenses.
Entre las dificultades de los inmigrantes para cruzar a Guatemala, lo bueno, por decir algo, es que esta vez, al menos no fueron reprimidos con gases y golpes por las fuerzas de seguridad de Honduras y Guatemala.
#Honduras | Cientos de de hondureños están cruzando la Frontera de Corinto con Guatemala, en busca del sueño americano. @XiomaraCastroZ pic.twitter.com/TJibgZdfah
— Diario El Espectador Hn (@ElEspectadorHn) January 15, 2022